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Mostrando entradas de julio, 2017

La caja roja

Se deja caer con decisión en la silla colocándose centrado, con la espalda recta, las piernas a noventa grados, y con un saltito se impulsa hacia delante acercándose al ordenador. Presiona el botón de encendido y exhala un suspiro que se oye en toda la casa; mira el reloj. Las diez de la mañana, es temprano. Contempla absorto la pantalla mientras se abren las aplicaciones una tras otra; escribe la contraseña “ cajaroja” y clickea sobre el icono del explorer; no se conecta; le da otra vez, pero nada; una tercera, tampoco. ¡No, otra vez no por favor! Se levanta y se dirige al estante donde tiene el router, esa especie de bicho plano con antenas que va por libre; apaga el interruptor cuenta hasta diez y lo enciende; las lucecitas verdes bailan alternativamente hasta que, lo sabe, se estabilizan. El pequeño abanico indicando la calidad de la conexión se ilumina. Ahora sí brota desde las profundidades de internet el omnisciente Google ofreciéndole el mundo entero. Todo es posibl

Arte vivo: El gnomo

El olor a desinfectante la tiene mareada desde que llegaron y ese color blanco, en todo lo que la rodea, la perturba. Lleva rato observando por la ventana como se despierta la ciudad sin soltar la pequeña mano de Andrés, se repite que solo hay que esperar, que todo va bien. Vuelve la mirada hacia su hermano pequeño que duerme plácidamente; le pasa la mano por su cabecita y le besa en la frente; se sorprende que huela todavía a leche, pero es que hace poco que dejó de ser un bebé.  Entonces percibe moviendo de dedos entre los suyos; quiere salir al pasillo y avisar, pero no se atreve a dejarlo solo. --¡Enfermera! --grita --¡Enfermera! Una de las sanitarias entra corriendo, le recuerda que tiene el botón rojo para llamar y así no molestar a los otros pacientes. --¡Mi hermano se está despertando! --le dice, mientras sella sus labios con la mano, excusándose por chillar. --No pasa nada, no le suelte la mano y háblele.  Es posible que se sienta algo desorientado y le d

Mujeres: La adolescencia de Ada

No imaginé que Ada pudiera ser especial ; de hecho, cuando me propusieron ser su profesor de matemáticas, me imaginé que iba a encontrarme con otra petulante criatura de la élite, y me alegré de que no fuera así. Mi amigo John fue el que me comunicó que en la mansión Bifrons estaban buscando un profesor, y me advirtió que debía ir con cuidado con la madre si quería conservar el trabajo. Que poseía el control absoluto de la vida de su hija , y que incluso si percibía que se encariñaba con alguna asistenta, con un profesor o hasta el médico, los despedía sin importarle las consecuencias para su hija, argumentando que había tomado tan difícil decisión para protegerla. Exigía como condición “sine qua non” que no se le contara a la chica quién era su padre, y bajo ningún concepto pod ía entrar en la casa un solo libro de poesía, algo que me sorprendió siendo ella una buena escritora de tan elaborado arte. Me parecieron unas normas crueles y estúpidas pero que no tendría nin